En los últimos años muchas ciudades han apostado por restringir el uso del vehículo particular con el objetivo de reducir los niveles de polución. Pero, mientras que los coches son los causantes del 13% de la contaminación en las grandes urbes, las viviendas y edificios suponen alrededor del 55%, según la Agencia Europea del Medio Ambiente (Aema). Esto implica que, para seguir luchando de manera efectiva contra la contaminación en las ciudades, las construcciones del mañana deberán estar cimentadas en un diseño que limite su incidencia, minimice su consumo energético y reduzca la emisión de residuos y partículas contaminantes.
En este contexto, en el que la sostenibilidad es una prioridad urgente, la llamada arquitectura bioclimática vuelve a cobrar mayor protagonismo. Pero, ¿qué es exactamente? Podríamos definirla como la técnica que aprovecha las características del entorno (sol, vegetación, lluvia, viento) y el uso de materiales sostenibles e innovaciones tecnológicas para el diseño de edificios con el objetivo de disminuir el impacto medio ambiental y maximizar la eficiencia energética. Es decir, el valor de las edificaciones que siguen esta fórmula no es la imagen que proyectan. Todas las decisiones del proyecto nacen de un estudio previo del clima y persiguen comprenderlo y aprovecharlo.
Y aunque pueda parecer un término vanguardista propio del siglo XXI, la arquitectura bioclimática es inherente al ser humano. Podemos ver algunos ejemplos tan antiguos como el encalado en blanco de las fachadas en Andalucía para refrescar las casas en los meses más calurosos. O la orientación de los tejados hacia el sur en el hemisferio Norte de España para aprovechar la inclinación del sol. También los muros anchos en las casas rurales para ahorrar calefacción, o la construcción de bodegas que mantienen la temperatura estable durante todo el año.
Edificios saludables
Además de ahorrar energía, este método busca optimizar la temperatura interior y mejorar el confort de los ocupantes empleando cuatro parámetros bioclimáticos:
- La orientación, para hacer un aprovechamiento inteligente de sol;
- el aislamiento, para evitar pérdidas o ganancias caloríficas;
- la ventilación, para conseguir un ritmo adecuado de renovación de aire; y
- el aprovechamiento climático del suelo, que puede reducir la temperatura en verano y aumentarla en invierno.
Medidas clave para evitar el llamado “Síndrome del Edificio Enfermo”. La Organización Mundial de la Salud (OMS) se refiere así al conjunto de molestias y enfermedades que un edificio causa en sus ocupantes. Éstas aparecen especialmente en lugares herméticos en los que las ventanas no pueden abrirse, con sistemas de ventilación forzada o superficies recubiertas de algún material textil, entre otros. De ahí que algunas características de la arquitectura bioclimática también estén presentes entre los ‘9 fundamentos de un edificio saludable’ que plantea Harvard T.H. Chan School of Public Health, la denominación que la prestigiosa Universidad de Harvard otorga a su Escuela de Salud Pública.


Ejemplos en España
En la última década cada vez han sido más los proyectos que han apostado por buscar soluciones en el marco de la arquitectura bioclimática en España. El Palacio de congresos de Vitoria-Gasteiz, que se rehabilitó en 2011 para ampliar su capacidad y hacerlo más sostenible, es un claro ejemplo. Gracias a la reforma, el edificio redujo en un 60% su consumo energético. Esto le permitió conseguir una calificación energética A y algunos de los reconocimientos internacionales más exigentes como el ‘PassivHaus EnerPhit’ o el sello ‘LEED oro’. ¿Cómo lo hicieron?
- Empleando un aislamiento térmico óptimo con espesores de hasta 26 centímetros.
- Apostando por un nuevo sistema de climatización e iluminación.
- Instalando un sistema de sensorización que permite hacer un seguimiento permanente de los consumos (gas, electricidad, agua) o la producción de energía fotovoltaica.
- Creando un jardín vertical con más de 33.000 plantas autóctonas que cubren su fachada.


La iniciativa Ecópolis Plaza, en Rivas Vaciamadrid, es otro ejemplo de las ventajas que ofrece la arquitectura bioclimática. El complejo, que consta de una guardería y un espacio urbano formado por una plaza y un centro de juegos infantil, nació con el doble objetivo de recuperar un espacio urbano degradado —que había quedado aislado dentro de un entorno industrial— y conseguir una reducción del consumo energético. Para conseguirlo, parte del edificio se encuentra bajo tierra, favoreciendo la estabilidad térmica del interior; su fachada orientada al sur está acristalada, para aprovechar al máximo la captación solar; y su estructura está cubierta con un revestimiento textil que contiene sensores para detectar la posición del sol y adaptarse buscando la orientación óptima.


La tendencia se confirma
Hay muchas otras construcciones que siguen los criterios de arquitectura bioclimática en España, como la torre de Bolueta en Bilbao o el edificio EREN, la sede central del Ente Regional de la Energía de Castilla y León, entre otros. Y las previsiones indican que, respondiendo a una creciente conciencia medioambiental, la apuesta por la arquitectura bioclimática “autóctona” y las llamadas casas pasivas seguirá creciendo considerablemente debido al aumento de la demanda y la necesidad de reducir la factura climática.