La situación actual que estamos viviendo con el COVID-19 ha puesto de manifiesto la importancia que tienen los espacios en nuestra salud y bienestar diarios. Hasta ahora, las empresas que querían mejorar en estos términos se habían centrado sobre todo en la implantación de políticas de beneficios para los empleados. Se consideraba que el espacio no tenía mayor impacto en la salud y el bienestar de las personas, por lo que se limitaban a cumplir con las condiciones generales de confort y ciertos cánones de diseño. Sin embargo, quedaban a un lado estrategias intangibles como la calidad del aire o el confort térmico, ya que sólo las apreciamos si su calidad no es la adecuada.
Por lo tanto, ¿qué entendemos por espacio saludable? Un espacio saludable se define como aquel en el que se aplican criterios de bienestar tanto en la cultura corporativa como en el espacio de trabajo. Según la OMS (Informe Europa 2013, Agencia de Protección Ambiental de los EE. UU), pasamos el 90% de nuestro tiempo en interior, tal y como hemos podido escuchar en numerosas ocasiones. Por estas razones, tanto propietarios como ocupantes, han tomado conciencia de la necesidad de transformar sus espacios para que se conviertan en catalizadores de salud y minimizar el riesgo de posibles infecciones.
Cómo un entorno saludable actúa contra el COVID-19
La transmisión de enfermedades puede ser por contacto directo, por vía aérea o por ambas. Según el CDC, el Centro de Control de Enfermedades de EE.UU., la vía más probable de contagio del coronavirus es la vía aérea a través de las gotículas más grandes y a distancias cortas. En este sentido, la calidad del aire juega un papel decisivo. Las estrategias de ventilación y purificación para retirar los agentes infecciosos del ambiente serán una práctica común en esta transformación hacia espacios más saludables.
Pero, a decir verdad, por muchas medidas de prevención que se lleven a cabo, el miedo de las personas a volver al espacio de trabajo es un hecho. Para poder paliarlo, una comunicación adecuada y la transparencia que ofrece la valoración del espacio por un tercero independiente son elementos clave en este proceso. Es por ello que la certificación WELL ha suscitado un gran interés en estas últimas semanas.
El International WELL Building Institute ha unido fuerzas con el Green Business Certification Inc (GBCI), cuerpo de la certificación LEED® Green Building Rating System, para facilitar los servicios de certificación de una tercera parte independiente para la obtención WELL. El WELL Building Standard es la primera guía que considera la importancia de la salud y el bienestar, no sólo mediante la implantación de programas de bienestar, sino en el entorno construido. Esta guía ofrece las directrices para la creación de un espacio de trabajo saludable y su gestión y mantenimiento.
El bienestar como elemento de confianza
El alcance de la certificación WELL es diferente en el caso de propietarios y ocupantes y, por tanto, sus beneficios asociados. Por un lado, la obtención de un certificado WELL beneficiaría a los propietarios. Un edificio de estas características es, a todas luces, un elemento diferenciador. Ayuda a posicionar el activo en el mercado, a atraer a las empresas world class, a una mayor rapidez de alquiler, a un ahorro de costes por la fidelización de inquilinos y a la revalorización del activo.
Por otro lado, los ocupantes comprobarán que la creación de un espacio saludable y una cultura de bienestar ayudan a atraer el mejor talento, a reducir el absentismo, a aumentar el sentimiento de pertenencia y la productividad de sus empleados.
Por último, como beneficios comunes cabe resaltar que la implantación de una estrategia universal, avalada por una tercera parte independiente, ofrece objetividad y transparencia. Además, es una herramienta de marketing muy potente a nivel internacional. El simple hecho de que haya que «recertificarse» cada tres años, garantiza el compromiso de mejora continua o, como mínimo, de que el espacio va a mantenerse en las mismas condiciones.
A todas luces, la salud y el bienestar de las personas pasarán a ser otros de los factores que las empresas deberán tener en cuenta, entendidos desde el punto de vista del entorno saludable. La buena noticia es que esta tendencia no es una moda, sino que llegaremos a interiorizarla y a «darla por hecho». ¿Recordáis cuando se podía fumar en la oficina? ¿O cuando trabajábamos en cubículos casi aislados?
Patricia Fuertes Doyaguez
Wellbeing Strategy Manager
CBRE | Advisory & Transaction Services | Occupier