¿Cómo serán nuestras vidas tras el COVID-19? ¿Qué cambios veremos? ¿Cuáles serán permanentes? ¿Teletrabajaremos para siempre? ¿Volveremos a las oficinas o ya no hará falta? Seguro que todos nos hemos hecho alguna de estas preguntas en las últimas semanas. Y no es de extrañar, pues la incertidumbre de esta pandemia deja poco margen a lo predecible.
El oráculo vs. la tendencia
No faltan teorías sobre qué ocurrirá con los espacios de trabajo. ¿Seguirán siendo necesarios? Hay quienes vaticinan el fin de las oficinas. Otros aseguran que a corto plazo es poco probable, pero que irremediablemente pasará. Y está claro que, en general, todos nos hemos defendido bien con el teletrabajo y que, sin duda, las empresas optarán cada vez más por un modelo flexible. Pero estamos lejos de presenciar el fin de las oficinas.
Desde hace ya algunos años hemos venido observando una flexibilización de las políticas de trabajo en las empresas. Y esto era necesario reflejarlo en sus oficinas: espacios abiertos, salas de reunión temáticas, espacios diferenciados, zonas de meditación, etc. La tendencia era clara, las oficinas estaban dejando de ser un mero espacio al que ir a trabajar para convertirse en un espacio al que ir a experimentar, compartir y socializar. Las oficinas pasan a ser una herramienta más de la empresa para transmitir a los empleados su cultura corporativa. Y el COVID-19 no ha hecho sino acelerar esta tendencia.


La experiencia phygital: el equilibrio perfecto
Nadie puede negar que nuestro entorno físico será más diverso. A las «oficinas al uso» habrá que ir incorporando los hogares de los trabajadores y los espacios de coworking. Éstos últimos actuarán como nexo entre los otros dos, ofreciendo un entorno de trabajo de calidad a la vez que facilitan las interacciones entre personas. La flexibilidad característica de este tipo de espacios permite dar respuesta a las necesidades de los diferentes perfiles de trabajadores.
Pero el protagonismo en esta historia lo tiene, sin lugar a dudas, la capacidad de digitalización de las empresas. La tecnología jugará un papel clave a la hora de crear un entorno de trabajo omnicanal. No solo cohesionará los diferentes espacios físicos, sino que proporcionará las plataformas y canales necesarios tanto de trabajo como de conexión con la comunidad. La incorporación de soluciones digitales integradas en la estrategia corporativa aumentará la resiliencia de la organización.
Las empresas que dejen de pensar en el «lugar de trabajo» y se planteen una «experiencia de trabajo» serán las que lideren la nueva normalidad. En la medida en que la tecnología permita “desanclar” a los trabajadores de los espacios físicos y “anclarlos” emocionalmente a la organización, estos nuevos modelos phygital harán a las empresas más sólidas y resilientes.
El business case de la solución
La tendencia que hemos identificado ya venía pisando fuerte, se avecinaban curvas, pero con calma. El COVID-19 lo ha acelerado todo. Estas transformaciones tan profundas en los entornos corporativos llevan emparejados unos costes, y nada desdeñables. Ya no solo en términos de trabajo, sino también económicos. Pero, sin lugar a dudas, la alternativa, la inactividad, generará unos costes de oportunidad mayores (rigidez en modelos de trabajo, pérdida de atractivo de la marca, etc.). Esto impulsará a las organizaciones a actuar, pero, en muchos casos, puede que ya sea tarde.
Por ello, las organizaciones deben diseñar adecuadamente su transición, de tal manera que la adopción de nuevos modelos, con sus costes asociados, se acompasen a la flexibilización y monetización de otros (espacios, formas de trabajo, etc.). De este modo, el business case conjunto de esta evolución será positivo.

