Pese a que el confinamiento aún sigue vigente y el coronavirus aún no se ha marchado (de hecho todas las previsiones apuntan a que tardará en irse), todos estamos pensando ya en el día después, en cómo podremos, de manera lenta y escalonada, volver a nuestro día a día dentro de lo que ya estamos llamando ‘la nueva normalidad’.
Pero hay varias preguntas en el aire: ¿como nos vamos a mover cuando todo esto acabe? ¿Caminaremos y nos moveremos sin problema, como antes de la llegada del COVID-19? ¿Pasará algún tiempo hasta que todo se normalice de nuevo? ¿Qué haremos hasta entonces? Si observamos la manera en que todos los países de nuestro entorno están organizando sus desescaladas, hay varios escenarios que parecen seguros.
Mascarilla por defecto
Una cosa está clara: si ya nos hemos acostumbrado a que las mascarillas pueblen nuestras ciudades no parece que en el futuro inmediato vaya a ser distinto. De hecho, todo apunta a que las mascarillas van a ser casi un complemento más, incluso aumentando su presencia debido a su mayor disponibilidad en farmacias y centros de todo tipo. Si en su momento la simple vista de una mascarilla antes nos llamaba la atención, más pronto que tarde dejará de hacerlo.
Movilidad en la calle: reducida y ordenada
Todos los ciudadanos nos hemos acostumbrado a ver que, mientras andamos por la calle, guardamos una mínima distancia de seguridad, ya sea en las calzadas y aceras o en los supermercados. Los datos pasados ya indican esta tendencia: según un informe de Google, los españoles hemos descendido drásticamente nuestra movilidad durante el confinamiento más duro.


Los datos del INE indican exactamente lo mismo: los movimientos de los españoles fuera de su propio domicilio no han hecho más que caer.


Todas las previsiones apuntan a escenarios similares próximamente: incluso aunque el número de contagiados caiga de manera drástica, los ciudadanos seguiremos muy pendientes de evitar las aglomeraciones y los contactos innecesarios. Esta sensación se repetirá a medida que reabran los restaurantes, museos, bares e incluso centros de trabajo: la seguridad total será imposible, pero todos seremos más conscientes de la situación y, en la medida de nuestras posibilidades, preferiremos evitar todos los lugares en los que podamos vernos expuestos a la presencia de un alto número de personas.
Transporte privado y público: la cara y la cruz
Si nos centramos en la movilidad aplicada al transporte, no parece que haya demasiadas buenas noticias en torno a la sostenibilidad que necesitan todas las ciudades. En primer lugar, porque el transporte público se verá doblemente afectado, tanto por las restricciones y distancias impuestas por las autoridades públicas como por el propio miedo que puedan tener los ciudadanos a contagiarse.
Mientras tanto, el transporte privado se verá beneficiado, ya que, cuando se liberen las restricciones de movilidad motorizada, mucha gente se sentirá más segura usando su propio vehículo que recurriendo al transporte público.
Turismo: nacional y seguro
¿Y qué pasará con el turismo? España es uno de los países que más visitantes recibe y también uno de los más activos en movilidad exterior. ¿Continuará esa tendencia? La verdad es que todo apunta a que no.
La mayoría de escenarios prevén un descenso muy significativo del turismo dentro y fuera de España. Habrá menos desplazamientos y más precaución. A la hora de movernos, los destinos nacionales serán más frecuentes que los nacionales. No solo por el temor a contagiarnos, sino también por las posibles restricciones que otros países puedan poner a los turistas españoles.