La Oficina Europea de Estadística (Eurostat) señala que en España una parte importante de la población trabaja hasta las ocho de la tarde. Eso significa que, entre semana, gran parte de los trabajadores pasan más tiempo despiertos en la oficina y sus inmediaciones que en casa. Por eso, no es de extrañar que, a la hora de abrir un local comercial, muchos emprendedores apuesten por zonas que les aseguraban clientes potenciales de las empresas del entorno.
En una situación normal, un negocio a los pies de alguna de las cuatro torres situadas en el parque empresarial de la zona norte del Paseo de la Castellana en Madrid puede llegar a tener alrededor de 7.000 clientes potenciales diarios. En el distrito 22@ de Barcelona esta cifra puede alcanzar los 20.000. Áreas en las que predominan los restaurantes, los bancos y las empresas que ofrecen servicios para el entorno corporativo.


Otro ejemplo claro es el conjunto Torre Sevilla, que incluye las empresas que ocupan las oficinas del rascacielos más alto de Andalucía (180 metros). En 2019 generó un consumo de bienes y servicios de 426 millones de euros, multiplicando la actividad económica en la provincia. También es un caso de éxito el Parque Tecnológico situado en Málaga, cuyo impacto directo e indirecto sobre el producto interior bruto (PIB) del distrito alcanza el 7,95%. Establecerse en estas zonas podía ser difícil, dada la escasez y altos precios de los locales a pie de calle, pero en muchas ocasiones compensaba.
Hasta que llegó el coronavirus.
Oficinas vacías y tiendas cerradas
En marzo, el confinamiento provocado por el virus empujó a las empresas al teletrabajo. Según las estimaciones del Banco de España, el 80% ha optado por este modelo para mantener su actividad. Convertimos las casas en despachos improvisados, descentralizando y frenado la contratación de espacios de oficinas —en el primer trimestre Idealista calcula una bajada del 34% en Madrid y Barcelona. Y esto afecta de manera directa a las zonas y barrios que se habían configurado en torno a este tipo de activos.
La ‘nueva normalidad’ no ha frenado la expansión del teletrabajo. Al contrario, parece que ha llegado para quedarse, lo que supondrá un descenso del número de empleados que trabajen presencialmente. Y al igual que la hibernación de fábricas en China por el coronavirus provocó disrupciones en las cadenas de distribución de todo el mundo, un descenso de la densidad de trabajadores en las oficinas podría tener un impacto directo en sus áreas de influencia.
Los expertos aseguran que las empresas apostarán por oficinas prime: espacios innovadores, sostenibles y con buenas ubicaciones que seguirán siendo elementos dinamizadores de barrios. Pero la incertidumbre ante un posible rebrote, el elevado coste de mantener un local en zonas empresariales y la experiencia en e-commerce que han acumulado muchas pequeñas empresas durante el confinamiento, podrían hacer que muchos negocios se decanten por el mundo online. Esto supondrá un aumento significativo del número de negocios digitales y naves de última milla y una posible caída en la demanda de locales físicos.


Nuevo modelo, mismo impacto
En este contexto, grandes y pequeñas empresas están sufriendo las limitaciones que plantea el modelo de oficina tradicional. Queda patente la poca flexibilidad que ofrece ante necesidades imprevistas, como aumentar el espacio para mantener una distancia mínima de seguridad. Por ese motivo, muchas de ellas están apostando por centros de negocios o el coworking como soluciones a largo plazo para mantener la productividad.
Este cambio de modelo podría convertir los espacios de coworking en centros neurálgicos de ciertas zonas, asumiendo el papel de las oficinas tradicionales ya que:
- Los empleados tienden a consumir en los locales de alrededor, por proximidad, facilidad y confianza.
- La rotación de usuarios se convierte en una ventaja para los negocios de la zona, que pueden adaptar su oferta comercial para atraer a diferentes públicos.
- Los espacios de coworking realizan eventos y talleres, que en ocasiones son de libre acceso. Así, los vecinos los ven como espacios culturales y formativos, más allá del impacto económico que puedan generar.

