Si algo tenemos claro es que este 2020 está siendo un total y absoluto abanico de emociones: empezamos el año con las ilusiones renovadas… y de repente nos vemos afectados por una pandemia mundial. Y con ella, el confinamiento, el teletrabajo, el miedo, las dudas, la preocupación por familiares y amigos, el desconfinamiento y la vuelta a una nueva normalidad.
Si todos los meses han sido complicados, septiembre está siendo otra época clave, ya que confluyen varias circunstancias a la vez:
- Vuelta al trabajo. En la vuelta tras las vacaciones hay españoles que van a poder seguir disfrutando del teletrabajo, pero en muchas otras empresas se marcó septiembre como fecha máxima de vuelta a la oficina y, pese a las circunstancias, así se está haciendo.
- Vuelta al cole. Uno de los temas más delicados de este año: los niños tienen que volver al colegio y todas las Comunidades Autónomas están temiendo una subida significativa de los contagios.
- Teletrabajo y conciliación. Quienes puedan estar trabajando en casa pero tengan hijos saben que esta circunstancia tampoco es idónea, ya que la conciliación será realmente complicada.
- Posibles rebrotes. España lleva semanas subiendo sus índices de contagios, así que el temor a poder sufrir otra crisis sanitaria no se va a ir tan fácilmente.
En este contexto, nuestras emociones pueden ser una ruleta rusa. Estas son algunas de las que pueden verse más afectadas y así se debe actuar ante ellas:
Frustración
La frustración es uno de los sentimientos que más han proliferado durante la pandemia. No solo por estar ante una situación que no podemos controlar, sino también por las tensiones generadas durante el confinamiento y los llamados ‘policías de balcón’. Según una encuesta realizada por 40DB para El País, los españoles lo teníamos claro: yo cumplo el confinamiento, pero el resto de la gente no. Según otra encuesta, en este caso de Funcas, muchos se mostraban frustrados por el aparente incumplimiento de las medidas de distanciamiento social.
La frustración puede ser lícita, pero también poco útil. Para Carolina Marín, profesora de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, «mirar al otro nunca ha sido una solución para el cambio. El otro no te va a salvar, lo haces tú», con lo que recomienda que todos nos hagamos responsables de nuestros propios actos e intentemos no fijarnos tanto en el contexto ajeno.
Miedo
Al comienzo de la pandemia teníamos miedo por un posible aumento de los contagios, por perder nuestro trabajo y por la posibilidad de que algún familiar o amigo enfermase. Ahora los miedos son similares, aunque más centrados en las probabilidades de que haya un nuevo confinamiento, suban los casos de contagiados o nuestros hijos puedan verse afectados en la repentina vuelta a las clases.
Marín insiste, no obstante, en que “antes nos movíamos por miedo, pero ahora necesitamos movernos por responsabilidad”. Y es que muchas veces “la ira se desencadena por los mensajes contradictorios (la mascarilla no es cómoda, pero no era obligatoria; luego sí lo fue…)”, algo que pasó durante la primera etapa de la pandemia. Ahora, sin embargo, las normas están claras para todos, con lo que aunque el miedo no desaparezca, sí podemos aprender a controlarlo de cierta manera.
Ansiedad por salir de casa
Cuando casi toda España se confinó, en los pequeños momentos en que salíamos a la calle a comprar todos sentíamos cierta ansiedad. Más tarde esa ansiedad se transformó. Cuando llegó el desconfinamiento, hubo gente que no se veía preparada para salir de casa. Es lo que en términos psicológicos se llama el ‘Síndrome de la cabaña’.
Ahora puede pasar algo similar, ya que hay niños que llevan meses sin pisar el colegio y adultos sin pisar la oficina. Ante esta posible ansiedad, los psicólogos recomiendan ir planificando, poco a poco, ciertas salidas para que la vuelta a la nueva normalidad no llegue de una manera tan brusca.
En cualquier caso, recordemos que todas estas emociones son normales y totalmente lícitas, con lo que la clave no tiene por qué estar en deshacerse por completo de ellas, sino en saber controlarlas. Todo ello hasta que llegue el mejor sentimiento de todos: la esperanza en encontrar una vacuna y revertir definitivamente la situación.